Vistas de página en total

lunes, 3 de febrero de 2014

De cómo dudaba de todo,menos del material que estábamos hechos unos pocos.

Hierro. Duro, frío, pero maleable, hasta arder. De eso estábamos hechos. Y, como buen acero, no es fácil de doblegar. Es útil para proteger, pero también para enjaular. Las barras de hierro forjaban toda su vida, todo su ser, sin importar nada más… ¿o si? Por supuesto. Importaba la extrañeza de su esencia, un hierro que se vuelve algodón con solo una mirada pura, con solo un sentimiento auténtico, con sol.... Sol.
De este modo, cualquiera se sentiría protegido dentro de ese hueco, rodeado de hierro, de Señor hierro. Pero también cualquiera saldría despavorido al ver la fragilidad y delgadez del mismo al darle el calor….
Era una mezcla trastornante, ¿sana? No lo sé… Lo único que sabía es que el hierro se fue volviendo imán y atraía todo aquello que sabía que iba a soportar, o no.. pero ese magnetismo estaba maldito, pues todo aquel que se acercaba terminaba enganchado, sin poder moverse o completamente repelido…
No era fácil lidiar con ese peso, pero le gustaba, a fin de cuentas, nunca quiso ser madera, siempre se balanceó entre polos.

Y si pinocho hubiera podido elegir entre ser de madera o de hierro…apuesto que habría elegido el hierro, sin embargo… el hierro con el agua se oxida, y una lágrima…

No hay comentarios:

Publicar un comentario