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sábado, 14 de mayo de 2016

"Les dije que esa criatura era más sofisticada que cualquiera de nosotros. Que los de su especie son principalmente subterráneos. Y que la están tratando sin compasión ni respeto. Les expliqué que lo único que quiere es reconstruir su nave. Una aeronave formada por esos cubos de formas complejas, hechos de un material admirable. Y que nunca comprenderemos por completo."

Nos apalancábamos en las sillas de la taberna mientras él nos contaba aquella historia. Unos oídos más sordos que otros, pero ahí estábamos, haciendo como que sabíamos de todo, cuando en realidad no controlábamos nada. "..un par estaría bien, pero" "No, tú con un par no tendrías bastante, te lo digo yo". Se lo dice él.

Llegamos a la segunda cerveza y casi sentimos que podíamos volarnos las cabezas con solo guiñar un ojo y apuntar con el índice al objetivo,  y con el pulgar al necio. "Alguno debería explicarle que así no se hace.." "No, es que así está bien, te lo digo yo".
Se lo dice él.

No pasamos de la segunda, pasamos los segundos asegurando seguirnos, solo hasta que estuviéramos seguros. "Tres canciones de LODV, dos suspiros, un gesto de vergüenza, van ya en lo que llevamos de noche". Era increíble la forma en que pintaba todo de color sin tener ni siquiera la intención.

Como hojas mecidas por el viento bailaban unas ganas de empatía, un abrazo al aire, dos sonrisas con caldo para mañana, tres intentos de mejorar el mundo, cuatro entes desconocidos y descosidos a pellizcos de realidad, un sinfín de horas elásticas, las ganas de parar, de aflojar, para seguir aprendiendo a escuchar. Sentirnos parte de algo, tener en cuenta los cuentos que te cuentan y poderlo mirar, admirar y mimar. Tener tiempo para eso, eso no necesita más. Y en derredor sólo estaba lo que no se puede contar; las palabras cambiadas por un ademán, los intermitentes de avería que no se pueden fijar, las manos sujetas a la copa para no visceralizar de más, los guiños por debajo de la mesa, el ello y el superyó (que no tardó en salir). Salimos por la puerta de atrás, sin dejar mucho espacio al azar. Y este folio acabó hecho pedazos: uno por cada cosa que no dejó de tener en cuenta.

Gracias. (os lo digo yo).






lunes, 9 de mayo de 2016

"La estética de la estática"

"Lo sé,
porque ya ocurrió antes:
pasaré la noche
escuchando la estática,
el zumbido magnético
de patas eléctricas
de mecánicos virus
que no podemos pegarnos
por más que nos peguemos
a la pantalla para tocarnos.

Lo sé,
porque ya pasó antes:
que la estática nos abraza
y coloniza el espacio,
la brecha que se abre
cuando las palabras
se baten en retirada.

Pero no es silencio,
no es ausencia, ni la nada,
es un siseo que serpentea
engatusando la distancia
con el amago perpetuo
de una nueva llamada,
del mayor Tom, de Houston,
de la mismísima hada madrina,
es un canal abierto
por donde aún puede entrar tu aliento,
es una frecuencia libre,
un chiporroteo en el vinilo
que siempre precede al regreso
del primer movimiento de la sinfonía
del falso eterno comienzo.

Lo sé,
porque ya pasó otras veces:
que ambos sintonizamos
a la vez la estática,
cada uno recién callado
al otro extremo del hilo,
siguiendo cada coletazo
del látigo de cobre y estaño,
escuchando en vilo,
temblando en cada crujido
de los insectos que infestan la radio,
imaginando que ahí sigue el otro,
como nosotros, acurrucado,
frente al panel de mandos,
con el peso de mil soles negros
combando la chapa
de esta cápsula de escape
eyectada hace más de treinta años
del vientre de la nave madre.

Lo sé,
porque siempre nos pasa lo mismo:
tememos quebrar con semántica
el sortilegio, recién callados los dos,
cada uno a un extremo del mundo.
Pero a la vez respiramos fuerte,
soplamos en la arena eléctrica
y hacemos ondas mecánicas
para que formen un mensaje en la estática,
una señal del humo en el polvo magnético:
<<Más allá del "buenas noches"
sigo aquí, al otro lado.>>

Lo sé,
ya está comprobado,
que no hay modo de saberlo,
cuál será el día que al levantar el botón,
al decir <<cambio>>,
solo permanezca la estática en un receptor,
solo en un extremo del hilo,
nada más en uno de los polos,
solo en una de las cápsulas,
con el nivel de oxígeno en descenso,
ya no un amago de llamada,
ya no un chisporroteo de vinilo,
ya no un glorioso compás de comienzo,
más bien un surco en bucle al final del disco,
un SOS estéril que rebota en planetas muertos.


No sé,
porque nunca antes me ha pasado,
y, como no hay modo de saberlo,
habrá que probar suerte,
levantar el botón y decir <<cambio>>...

                                                  ...en este extremo del hilo,
                                                  la estática sigue sonando..."


Ventresca Mortal.



miércoles, 4 de mayo de 2016

Rondaba un tiempo mucho antes de que cualquiera de vosotros existiera; vestía sandalias minimalistas, una sábana enrollada por su cuerpo, pelo largo (todo lo que el tiempo y la melanina habían querido) y una barba de la misma edad. Se dedicaba a contar cuentos en un idioma que nadie entendía. Y yo vengo a contaros otro; él venía a poner el mundo en llamas: no quería quemarlo todo, destruirlo, al contrario: buscaba llenar de luz a las personas. Un día, estando sus enganchados comiendo, él levantó la cabeza al notar una mirada clavada en él. Era un cupcake hecho mujer. Sin mediar palabra, ella se giró y se dirigió hacia el lugar donde, segundos después, él la siguió. Cuando él entró, ella estaba de pie, mirando hacia la puerta, era sabedora de que él aparecería, y apareció. Jesús (así se llamaba el muchacho) se acercó a ella hasta que pudo sentir su aliento. Se miraron durante unos pocos minutos. Se dijeron tanto. Su mirada estaba llena de cándida inocencia.... tanta que se abalanzó sobre ella y la llenó de luz, eternamente.


martes, 3 de mayo de 2016

Y, como si de otro día corriente se tratara, cogió la taza y se la llevó a la boca. Un sorbo pequeño, suficiente para notar el veneno sin llegar a excederse. Lo ordinario.

Fijando la atención, pero no en demasía, en un artilugio novedoso (sin embargo, poco notorio en el ambiente) se acerca para explorarlo sin profundizar mucho en él, como un mono purgándose. Y, de repente, como si de un tsunami se tratara, comienza un ritual, uno verdaderamente extraño; piensa en el viento y un vendaval azota su cara. Cuesta creerlo. Lo extraordinario.

Y es que, así es,  "lo ordinario y lo extraordinario se dan la mano cada día."