(Te echo de menos).
Esas fueron las únicas palabras que lograron desprenderse de
su círculo. En un día donde todo estaba escrito para ser casi perfecto, donde
cada poro debería haberse abierto para tomar el Sol y beber de esa botella, de
esa “sed de vivir”, lo único que salía era una sonrisa forzada a ratos, una
extrañeza incomprensible, una sensación de necesitar gritar a pleno pulmón para
poder escupir todas las llagas, las rozaduras de tantos disparos. No sabía bien
el por qué, pero ya no era como antes, nunca había sido como antes, porque
nunca conoció a ese antes. Por eso se dedicaba a apuntar y disparar sin piedad,
sin control o controlando de más. Hablaba por necesidad de tapar el sonido de
un pájaro azul, cuyo “pío” era más tronador que cualquier tormenta tropical.
Todo su afán era hacerse un hueco en ese objetivo para ver detrás de esa
cámara, para “ocultar sus visiones”, ahí se sentía más seguro, volvía a ser él.
No dejaba de serlo, sólo cuando volvía a mirar y no conseguía verlo, detener el
tiempo por un momento, eso no era posible ya, tampoco ponía empeño, no, él
sabía que no, pudiendo y no. Todo tiene un por qué. Quería parar el tiempo en
algo tan complejo e incontrolable como lo era el vuelo de un pájaro, echar a
volar y querer detenerlo ahí, en el aire. Ese era su verdadero objetivo, desde
el principio, quería echar a volar y que eso fuera eterno.
Necesitaba alejarse, verlo desde todas las perspectivas
posibles. Cogiéndola con tal delicadeza, deslizando la palanca de arrastre
sentía como cada pensamiento se desplazaba y quedaba atrapado en el carrete,
correteando detrás de ellas, con un Dial de velocidades varias, una comida
lenta con música de fondo, para algunos, de acompañante principal, para otros;
un café ralentizado, con hielo y sin dulzura, por favor. Un viaje de ida y
vuelta fugaz e intenso, cada cual con su incienso y su particular. Mientras no
aprendamos árabe, no nos entenderemos. Dale a la palanca de rebobinado y
volvamos a empezar a rodar. ¡No! Espera. ¿De quién es esa voz? La voz del
diafragma, nos dice que ha hecho un camino para nada. Si quieres observar, obsérvame,
déjate de rollos, reacciona y siente, siente del verbo escuchar con atención.
Y, sobre de un muro de cualquier estación, creo que de una primavera algo
alérgica a quejas de por vida, el disparador se bloqueó. No hizo falta seguir
disparando sin parar, él con sus palabras hizo que el tiempo se parara, vino de
la mano, sonrisa y complicidad de ella: la voz del diafragma, hizo que volviera
a sentir el picor de sus ojos causado por el extraño y puro placer de volver a
mirar y poder ver.
(Yo a ti también, nos vemos en el espejo: pierna derecha,
extensión zurda).