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miércoles, 27 de julio de 2016

Una vez estuve en el mar. Allí todo es real, todo es continuo y etéreo. Es salvaje e inefable. Como tú.
Una vez estuve en el mar. Y me gustó demasiado lo que vi. (¿A quién no?) Nadie es capaz de no mojarse los pies en la orilla.
Una vez estuve en el mar. Muy pocos se atreven a adentrarse y nadar. Y nadar. Y permanecer. A pesar de las olas, a no pesar.
Una vez estuve en el mar. "Ningún hombre es una isla, oh, esto lo sé. Pero, ¿no te das cuenta? Quizás fuiste el océano cuando yo tan solo era una piedra".
Una vez estuve en el mar. Tenía tu cara, preciosa y profunda. Tu corazón, inmensamente brutal.
Una vez estuve en el mar. Lo escuché. Suena a ti. Todo el mundo cree escucharlo, pero se equivocan. Las olas no son lo único que suena. Suenan tus pies descalzos, suenan tus rodillas al andar, suena tu corazón al ritmo de TU música, suena tu mirada espectacular, suena tu silencio, suenan tus ganas de volar entre olas, suenan tus tantas cosas que contar, suena tu puta alma, suenan tus pocas pero necesarias ganas de correr, suena tu yo más interno, suena tu sonrisa con poderes, suena todo lo que aprendo de ti, suena todo lo que no te gusta aprender de mí, suenan las palabras que no encuentro para definirte, suenan todas las vidas que viviría contigo, suena mi osadía para con tu ser, suena la ineptitud de quien se cruza contigo y no se para, suena mi mano en su cara, suena...

Suena....
y sigue sonando, que yo seguiré escuchando.








jueves, 14 de julio de 2016

El jardín se situaba justo en la parte de atrás de la casa de piedra. Las vallas eran de madera vieja y cuarteada por el paso del tiempo. En el interior de aquel poseía un césped poco cuidado y con más altura de lo habitual. Para cruzarlo tenías que levantar las piernas hasta casi darte con las rodillas en el pecho. Una vez lo hizo. Dio la vuelta a la casa, recorriendo las paredes con las yemas de los dedos, como si quisiera memorizar cada piedra mal puesta, cada recoveco, por si no encontraba el camino de vuelta o por si no quería verlo. Al llegar al jardín analizó con cuidado el lugar por el que podía entrar. Una vez lo encontró, se dirigió a él con decisión, agachó la cabeza y apoyándose con una mano en la madera superior fue introduciendo el cuerpo poco a poco hasta notar la hierba en su cara, ahí se detuvo un segundo, y al siguiente ya estaba dentro. Levantó la cabeza lentamente, contemplando todo el recorrido hasta tener la mirada paralela al horizonte. El tiempo se detuvo, sólo unos segundos. Los justos para entender que ese jardín jamás había sido pisado, jamás había sido olido, jamás había sido visto. Jamás había sido. Y, esbozando una sutil sonrisa, se dedicó a respirar, a admirar, a no pensar. Qué difícil era respirar. Qué difícil admirar. Y, más aún, no pensar.. Pero, esa vez, lo hizo.

Al salir del jardín, con pesada dificultad, notó que algo le molestaba en el tobillo izquierdo. Un escozor poco habitual, pero bastante familiar. Se agachó para ver de qué se trataba y vió que tenía un color necrosado que le subía por la pierna hasta llegar al pecho, de donde provenía todo. Y recordó la frase de su enfermera favorita: "un corazón necrótico es un corazón en el que una parte se ha destruido".

Se levantó, miró hacia la ventana del dormitorio y, para sí, dijo: Hasta otra.



https://www.youtube.com/watch?v=MqoANESQ4cQ