Alguna vez te has preguntado algo y al segundo... Vaya, ya no recuerdo lo que iba a decir.
Se llamaba imaginación y se perdió. Ahora caminaba en un folio en blanco, sin tinta que derramar. Cada paso que daba, se giraba a mirar y no conseguía ver sus huellas. Su rostro era como recién salido de un anuncio de dentistas en el que la sonrisa estaba preparada para actuar. ¿Quién me mandaría a mí salirme del plato? De todos es sabido que es mucho más cómodo secarse en la misma servilleta, ponerse los mismos zapatos, acomodando tus ya conocidas rozaduras a ellos; mirarse en el mismo espejo, con la misma ropa, para no tener que ver que puede que otra te quede mejor: tu piel. Pero nada de eso te llena, nada de eso hace que vibres, nada de eso hace que seas tú y que vuelvas a reinventarte.
Una vez leí en un libro, un libro que seguramente podrías haber escrito tú:
"+No puedo vivir sin ti.
-Sí, sí que puedes.
+Sí, pero no quiero".
Quizás sólo hace falta algo de penumbra, un par de verdades, tiempo y ganas. ¿Te animas a vivir contigo de nuevo?
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