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lunes, 27 de julio de 2015

"Agua (con cubitos y una rodaja de limón, en vaso ancho),por favor."

Puedes llamarlo X o puedes llamarlo Y, de todas formas, la ecuación jamás tenderá a cero. ¿Sabes esa sensación de estar en un lugar y notar como si todo estuviera electrificado por miles de cables invisibles? ¿Tanto que tienes que moverte de ahí o acabarás ardiendo? Pues más o menos algo así sentí.

Entramos a ese lugar, previendo que iba a ser la calma antes de la tempestad. Y así fue, bueno, fue más, pero yo no doy desí para mostráoslo aquí y así. Abro la puerta, entro yo y, acto seguido, entra ella. Y, como si de una vidente se tratara, dirijo mi mirada hacia la barra, él se gira y... la ve. La ve y no reacciona, no. Hiperreacciona. Su cara se descompone en un sinfín de emociones brutalmente pica-picapeantes (¿nunca habéis comido pica-pica o peta-zeta? pues esa fue la sensación). La de ella no sabría deciros porque, justo ahí, tuve que ir al baño (nada obsceno, nada biológico, sólo prudencial).

Al volver, ella aún se hacía la despistada, yo tan omnisciente que me iba a salir del pellejo si contenía más la sonrisa. "¿dónde nos ponemos?" Le dije. "Donde quieras (pero estratégicamente lejos-cerca de él, me dijo con su mirada)". "Ahí". Y nos sentamos. 5 segundos después le pido agua, dando por hecho que iría ella. Se gira (porque ni siquiera llegó a sentarse) y se dirige a la barra.

Y ahí empieza la vida real, que no la película, porque jamás mis ojos han visto una historia tan viva y auténtica
como aquella. Ni en la mejor de mis putas películas.


Ni en la mejor de mis putas... películas.