..."Lo siento, muchísimo. Te quiero", le dio un beso como quien acaricia una flor justo antes de marchitarse. Se dio media vuelta y, sin mirar atrás, se fue. "Lo siento, de verdad". "Muchas gracias. Adiós." Salieron por la puerta como si les faltara el aire, y les faltaba, y aún sabiendo que jamás podrían recuperar ese aliento, se subieron al coche. "Yo conduzco". Sonó tan impasible que no hubo discusión alguna. Arrancó el coche y se fueron. Un camino familiar, acogedor alguna vez. Pero esta no. Esta no. Jamás había conducido mejor, jamás había puesto más sentidos de los posibles en ello, jamás se había sentido tan despreciable y vacía como aquella vez. Llegaron a casa, si a eso se le puede llamar casa, y como si de un puto iceberg se tratase, comenzó a recoger todas sus cosas, con una templanza que daba verdadero terror. Entraba y salía, como si fuera algo que debiera hacer de la forma más metódica y calculada. "Para, ¡PARA YA!". Y agarrando fuerte lo primero que encontró a su paso, se derrumbó. Se dejó doler. Pero no pudo dejarse caer. Sabía que, si lo hacía, sería difícil volver a ponerse en pie.
Y ya nada es igual desde entonces. Bueno, algo sí;
Sigue cerrando la puerta con cerrojo, por si vuelve para abrirla...
Sigue estirando los pies con ningún cuidado, por si vuelve y puede rozarle, y que se mueva...
y así poder decirle que lo siente, que lo siente muchísimo.
Que siente muchísimo... haber estado escribiendo aquí y no pensando un poco más en ti.